Todo lo que hacemos en la vida tiene un objetivo. En ocasiones el objetivo es lograrlo de manera sobresaliente, y hay quienes harán lo que esté a su alcance, incluso salirse de las «reglas del juego» para lograrlo.
Por: Manuel Díaz Bultrón
El deporte no es ajeno a esta realidad. Ya sea por recreación o a nivel profesional, lo que buscan los competidores es tener el mejor resultado. A diferencia de la recreación, como profesión se juega una carrera, una reputación y el factor económico del atleta, del equipo y de su grupo de trabajo. Es allí cuando se cuestiona si en la práctica profesional, ¿participar es realmente lo que importa?
Vemos en la práctica la aplicación de artimañas para salir victoriosos, algunas son estrategias bajo las reglas del juego que se aprenden con experiencia. Pero otras, las que se salen del reglamento, pueden ser incluso ridículas. Las agresiones dentro y fuera del campo, el uso de objetos o métodos no permitidos, y otras; son situaciones que han ocurrido, sin contar innumerables casos de dopaje y compra de árbitros.
Cuando estos hechos ocurren en competencias oficiales, se activa el sistema disciplinario de la federación que la organiza y que será la encargada de investigar y castigar a los involucrados. Si a su vez, se cometió el hecho al margen de la ley en territorio donde se realiza la actividad, se investigará y juzgará por el sistema judicial del país local.
Al hablar de las sanciones que se pueden aplicar, hay que considerar el daño que produce la falta cometida, las veces que el atleta comete faltas, el daño causado a la organización del evento y la instancia en la que se comete dicha falta. No es lo mismo cometer una falta en una exhibición oficial, que en la final de una competencia olímpica. Por ello, las sanciones se estudiarán individualmente, no se puede generalizar.
En 1980, Rosie Ruiz ganó la maratón de Boston, nada más y nada menos que con la ayuda del metro. Las sospechas se dieron cuando Ruiz culminó la carrera con tiempo de 2 horas, 31 minutos y 56 segundos; 25 minutos menos que el tiempo que registró en la maratón de Nueva York. Debido a que las maratones tienen distancia estándar de 42kms, cómo era posible que terminara con tanta diferencia. Eso llevó a las autoridades de la organización a investigar, encontrando la razón de esto. La corredora fue descalificada de la maratón de Boston y de la de Nueva York; teniendo que regresar los premios recibidos. En este caso, el daño puede ser subsanado con facilidad, al descalificarla y otorgarle el premio y título, al que obtuvo el segundo puesto.
En otros casos, es más complicado restituir el daño causado, como es el del pentatleta Boris Onischenko en las Olimpiadas de 1976. Le descubrieron un interruptor eléctrico en su florete con el que marcaba tocados a sus rivales en las pruebas de esgrima. La dificultad se dio ya que Onischenko había participado en dos Olimpiadas previas (1968 y 1972). No fue solo la gravedad de su trampa, sino que se desconocía por cuánto tiempo había estado desarrollándola y los daños eran casi irreparables. En estos casos, los atletas enfrentarán la descalificación de por vida y una multa, cuyo valor lo decide el comité disciplinario o el T.A.D. (Tribunal de Arbitraje Deportivo) si llegase a esta instancia.
Otros casos de trampas, no conllevan sanciones. Ocurre cuando en deportes como el fútbol, las reglas del juego establecen que ciertas decisiones sean tomadas por oficiales o árbitros dentro del terreno de juego.
Uno de los hechos dolosos más famosos de la historia no fue sancionado, ni tuvo repercusiones para el autor, ni para su equipo, no se descalificó, ni se multó a nadie. Hablamos de «La mano de Dios» de Maradona, un hecho recordado como una de las tantas proezas del entonces capitán de la selección Argentina, Diego Armando Maradona.
SIN SANCION POR TIEMPO TRANSCURRIDO
En el mundial de fútbol de 1990 en partido entre Argentina y Brasil, el director técnico Carlos Salvador Bilardo y el masajista de la selección Argentina, introdujeron una sustancia somnífera en un termo de agua. Durante una falta cometida a Maradona, se acercó el masajista a tratar al capitán argentino; y a la vez ofrecer agua del termo a los brasileños del cual tomó Claudio Ibrahim Vaz Leal (Branco). Después de muchos años Carlos Bilardo y Maradona revelaron la verdad. Ante este tipo de hecho no cabe sanción por el tiempo transcurrido. Seguramente este pudo ser un delito, ya que en muchos países es ilegal introducir sustancias que produzcan efectos sin el consentimiento del afectado. Pero igualmente, este caso ya habría prescrito.
Al igual que el tenista Andrea Agassi, que admitió haber consumido sustancias dopantes durante parte de su carrera. Como ya no es un jugador activo y ha transcurrido un tiempo prudente del mismo, no se le pueden aplicar sanciones.
Las sanciones en el deporte son impuestas por el comité disciplinario de las federaciones organizadoras y dependen de la gravedad del hecho y del daño causado. Estas sanciones van desde una amonestación hasta la descalificación de por vida del atleta, más una sanción económica.