P1130053Un trayecto de 17 kilómetros, a más de tres mil metros de altura, recorridos en 12 horas y media.

Por: Isaac Castillero Wilson
Fotos: Cortesía del grupo

Cuánto más difícil, más glorioso… Tras el deseo de coronar la montaña más alta de nuestro país y decir un «yo lo hice», un grupo de amigos panameños decidieron tomar sus maletas y aventurarse hacia el Volcán Barú el pasado 14 de enero.

Es la elevación más alta de Panamá, con una altura de 3.475 metros, ubicado en el distrito de Bugaba, Chiriquí. Es un volcán potencialmente activo, pese a que su última erupción fue en el año 1550. Una vez en la cima, se puede ver el Océano Pacífico y el Mar Caribe.

El grupo de profesionales, que promedia los 40 y 50 años, contó con Luis Carlos Stoute, un atleta de alto rendimiento; Luis Navarro, economista reviviendo en su madurez una inolvidable experiencia escolar; Marion Soberón, empresaria y madre de cuatro hijas; Michelle Soberón, abogada amante de las actividades outdoors; Thaís Chalmers, también abogada; e Itsel Hasday, gerente de la principal cadena de gimnasios del país.

outdoorsEl relato
En la búsqueda de una vivencia diferente, que les llevara a superar un reto y un temor ante la desafiante travesía, el conjunto aceptó llegar al escénico lugar de alto valor ecológico y geológico, que protege una diversidad biológica con especies únicas en esta área.

Dos meses previos al día «D», el equipo inició con su preparación, la cual consistió en asistir al gimnasio, para fortalecer la condición muscular, caminatas (Cerro Ancón, Gamboa, Cerro Azul, El Valle) para aumentar la resistencia física y ganar experiencia, sin descartar, la búsqueda de información, en cuanto a equipamiento y detalles necesarios para una excursión.

«La mayoría entrenó por primera vez para un propósito de esta magnitud. Compartir en los entrenamientos nos ayudó a integrarnos como grupo», respondió Luis Carlos Stoute, quien contribuyó al entrenamiento.

DSC02223La hora cero
Una vez en el encanto natural, un equipo de experimentados guió a los osados aventureros hacia «el techo de Panamá», por la ruta más difícil, la del sendero.

La hora de partida fue las 4:00 a.m., con el objetivo de llegar a la primera parada (La piedra) antes que saliera el astro rey. Bajo la oscuridad, un frío tenaz y a un considerable avance, el grupo se encuentra durante esos primeros pasos con una serpiente.

Una vez pasado el susto, la marcha continuó. «Desde el principio te sientes exigido físicamente. Antes de llegar a la primera parada, pasamos por un lugar llamado Los 45º de inclinación», comentó, Thaís Chalmers.

A lo largo del camino, el cual fue mayormente bajo la sombra, la vegetación iba cambiando y entre más se avanzaba, esta era menor ante las imperantes rocas, que exigían a fondo.

Pasadas las faldas del Barú y ya merendados, el trayecto se torna más extenuante por lo tanto el cansancio y dolores se empiezan a sentir. «Hay momentos de angustia y dolencias en el cuerpo, principalmente en las piernas. No olvidaremos ese frío, la exigencia respiratoria, las caídas y llantos», recordó, la integrante Marion Soberón.

DSC02268En la cumbre
Luego de la segunda parada y ya asimiladas las sensaciones de sufrimiento, el grupo se torna más fuerte y es cuando a las 10:30 a.m. logran divisar el cráter, lo cual describieron como una voz de aliento después de tanto caminar y una vista única la cual se pudo apreciar por el espléndido día que hizo el pasado 14 de enero.

Los minutos pasaban y lo que parecía cerca aún no llegaba, el terreno era áspero, era casi como escalar por paredes de rocas; el peso del equipo y la arenisca (ceniza volcánica) de otros trayectos causaban algo de precaución para no caer en un descenso doloroso.

Sin embargo, a medida que se avanzaba, el paisaje era de lo mejor, ver como el viento llevaba las nubes a abrazar la montaña mientras la luz del sol se reflejaba en las rocas.

Fue entonces cuando el grupo llegó al tan anhelado sitio, donde la celebración no se hizo esperar, entre gritos, abrazos y champaña, disfrutaron, comieron, tomaron fotos y presenciaron la invaluable vista.

Después de poco más de una hora de estar en la cúspide, el conjunto descendió sin mayores complicaciones, aunque reconocieron que la bajada es igual de peligrosa que la subida, pues las inclinaciones y el terreno resbaladizo causa mucha tensión, con tal de no lastimarse.

El grupo evaluó la experiencia como una vivencia positiva y reveladora al saber de lo que son capaces y que permitió desarrollar más confianza para las exigencias diarias. Pese a los grandes desafíos, aseguraron que están dispuestos a volverlo a hacer.

Cada vez son más son los que se animan a emprender esta aventura única hasta la cima del Volcán Barú que -aunque no es una montaña tan alta como otras de Suramérica y Europa- es un atractivo centroamericano difícil de evadir, que pone al máximo las condiciones físicas y psicológicas de los más osados.

Recomendaciones del grupo
Prepararse física y mentalmente.
Buscar información y asesorarse sobre el equipo requerido.
Contratar a guías para la travesía.
Mantener el área de recorrido limpia.
Observación: El grupo sugiere a las autoridades pertinentes marcar la ruta, ya que hay puntos donde las personas se pueden extraviar.