Frecuentemente escuchamos a las personas decir “sufro del hígado”. Muchas dolencias y síntomas son atribuidos a ese órgano sin una razón especial.
Antes de declararlo culpable, primero conozcámoslo un poco. El hígado es el órgano visceral más voluminoso que tenemos, se encuentra ubicado en el cuadrante superior derecho del abdomen y su principal función es “desintoxicar” y filtrar muchas de las sustancias que ingresan a nuestro torrente sanguíneo. Otras funciones del hígado son la síntesis de proteínas como la albumina y la síntesis de bilis que nos ayuda a digerir los alimentos.
Al ser un órgano que nos ayuda a filtrar y “limpiar” nuestra sangre, es susceptible de enfermarse, de allí que debamos cuidarlo al igual que cuidamos nuestro cuerpo y mente.
Existen varias enfermedades del hígado, en este artículo mencionaremos aquellas que podemos prevenir, dejando de lado aquellas más complejas de carácter hereditario y menos conocidas. Nos concentraremos en el hígado graso, la enfermedad del hígado por alcohol y las hepatitis virales.
Hígado graso
Consiste en un incremento de la concentración de grasa entre las células normales del hígado y no está asociada al consumo de alcohol. Por lo general, la padecen adultos que tienen antecedentes de diabetes, obesidad y colesterol elevado. Usualmente es un hallazgo incidental en algún ultrasonido que el paciente se realice, ya que es una condición que por lo general no genera síntomas. Si bien es cierto, no es una condición que altere significativamente el funcionamiento normal del hígado, es importante resaltar que es un hallazgo que debe alertar al paciente y al médico en varios aspectos. El médico y el paciente deben, en conjunto, optimizar el control de los factores de riesgo como la diabetes y el control del colesterol, el paciente debe perder peso y el médico debe estar anuente a que según la severidad, deberá ajustar la dosis de ciertos medicamentos.
Por alcohol
Otra condición frecuente entre los adultos es la enfermedad del hígado por alcohol. El alcohol es una sustancia que al ser ingerida, es absorbida por los intestinos y posteriormente pasa por el hígado donde es metabolizada a sustancias menos dañinas. El consumo frecuente y excesivo de alcohol genera daños en las células del hígado que van desde inflamación hasta un daño severo e irreversible y no curable como la cirrosis. El daño que ocurre en el hígado es progresivo y de un 15 al 20% de los “heavy drinkers” padecerá de cirrosis hepática.
Como en muchas enfermedades, la persona puede no presentar síntomas y cuando los presentan, el daño es muy avanzado. De allí, que la prevención sea la clave. En el caso de la enfermedad hepática por alcohol, la clave es reducir el consumo del mismo y si hay una adicción establecida, tratarla adecuadamente por el equipo idóneo. Si su médico le ha diagnosticado algún trastorno del hígado desencadenado por el alcohol, se aplican medidas para retrasar la progresión a cirrosis, las cuales consisten en la eliminación total del alcohol, revisar exposición a tóxicos y hacer los ajustes requeridos en los medicamentos que toma. Se han descrito el uso de algunos antiinflamatorios y antioxidantes, pero los resultados benéficos no son contundentes aún.
Hepatitis
Para finalizar, existe un grupo de enfermedades infecciosas del hígado denominadas “Hepatitis”, las cuales pueden ser producidas por los virus de las hepatitis A, B , C, D o E. Los síntomas en general son muy similares, puede presentarse con fiebre, malestar general, falta de apetito, ictericia (color amarillo en ojos y piel), orina oscura, náuseas, dolor en el hígado. De acuerdo al tipo de hepatitis a la que la persona esté expuesta, así mismo será la severidad de los síntomas y el carácter agudo o crónico de las mismas.
De las más frecuentes, la hepatitis A se caracteriza por su transmisión oro-fecal, es decir por contacto de algún alimento o agua contaminada, de allí lo esencial de un continuo lavado de manos y evitar comer en lugares donde no se ofrezcan las mínimas condiciones de sanidad.
La hepatitis C se transmite por contacto con sangre, ya sea por jeringas, piercing, actividad sexual, compartir objetos de uso personal como rasuradoras o cepillos de dientes. Tiene la particularidad que puede ser crónica y de diagnosticarse, requiere un compromiso entre el paciente y el médico para establecer medidas preventivas (las cuales en este caso pueden incluir ciertos medicamentos).
La hepatitis B es una enfermedad mucho más seria y que puede poner en peligro la vida de quien la padece. Se transmite por contacto sexual sin protección, sangre y fluidos corporales. Puede también llevar a hepatitis crónica cirrosis y es predisponente para otras infecciones por hepatitis. Por fortuna, existen vacunas para la hepatitis A y B, es importante consultar con su médico si es candidato para aplicárselas .
En resumen, para cuidar el hígado, debemos cuidar nuestro cuerpo llevando estilos de vida saludables, evitando la bebida en exceso, controlando nuestros factores de riesgo como obesidad, diabetes y colesterol (con ejercicio y actividad física), manteniendo un dieta balanceada, hábitos sexuales saludables, utilizando preservativo y evitando múltiples parejas sexuales.
Dr. Nelson Rodríguez Torregrosa
Especialista en Medicina Familiar
Centro Médico Nacional #212
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