“Cuando era chiquito quería ser como Jean-Claude Van Damme. Llevaba el arte marcial en las venas.”

Por: Pedro Vita

Fotos cortesía del COP

Héctor Cención habla como si fuera un adulto. Con la voz y la pasión de un adolescente, pero como un adulto. Me muestra una medalla con un orgullo digno de aquel que le ha tocado vivir situaciones difíciles en la vida. Mientras me las cuenta, me aclara que hoy está bien, pero que no sabe si mañana estará mejor o si le tocará volver a vivir lo que vivió. Habla con una seguridad en sus ideas que hasta me da miedo. Aunque dice que no, algo de rencor lleva dentro (¿o será dolor?). Con el tiempo y las medallas, ese dolor (¿o será rencor?) va desapareciendo. Solo tiene 19 años. Fueron muchos meses de estar en contacto antes de publicar esta nota, y la verdad es que me encontré con un pequeño atleta panameño que piensa en grande.

Podría comenzar hablando de su medalla de oro en el Panamericano Sub21 de Karate celebrado en Río de Janeiro (segunda consecutiva). O de su resultado en los Juegos Centroamericanos del Caribe, en donde no le fue nada bien. O podría arrancar con lo más reciente, la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Lima en donde terminó tercero dentro de una competencia donde estaban los ocho mejores del continente. Ah, y que era el más joven de los ocho. O podría arrancar con sus otras medallas y logros deportivos, pero eso prefiero dejarlo para más adelante. Es que su competencia más interesante es la de su vida, la de su día a día. La de ayer, la de hoy y seguramente la de mañana.

Su madre, a su lado, nos escucha haciendo que no escucha. Parece tímida hasta que, ante la consulta, responde con un: “Él es mi héroe”. Elsa Matilde Salazar Aguilar y Héctor Cención son casi la misma persona. Ella lo crió y educó sola. Hoy, Héctor la ayuda: “Estoy ganando un salario arriba del mínimo, aunque es insuficiente porque mi preparación es distinta a la de una persona normal”. Ese salario, de a poco, va creciendo. Se lo está ganando, pero falta.

El primer contacto que tuve con Héctor Cención fue durante su preparación para los Juegos Sudamericanos Cochabamba 2018 donde terminó ganando la medalla de plata en Kata, Karate. La primera impresión, a través de mensajes de voz, fue la de un chico sumamente respetuoso y demasiado concentrado en lo que estaba viviendo. Él en Bolivia, yo en Panamá, siempre me aclaró cuáles eran sus horarios de entrenamientos cuando sería imposible contactarlo. Algo parecido ocurrió durante los Juegos de Barranquilla, incluso con su aviso en redes de que dejaría el contacto con nuestro mundo para sumergirse de lleno en el suyo, sin posibilidad de contaminación cibernética.

EL GHETTO

“Yo soy de un barrio humilde. La gente piensa que soy de un área normal por mi cabello rubio y porque no hablo como maleante. Soy del ghetto. Vivo en San Isidro, San Miguelito, en un área peligrosa. Nadie puede decir que nací en cuna de oro. Mi familia y yo nos hemos venido superando. Crecí en una casa de madera, ahora vivo en una casa diferente, de bloques, con techo, bonita, mejor a como vivía”, declara con orgullo. No se avergüenza de sus raíces, no tiene por qué hacerlo.

LA MENTE

Cuando Héctor era niño, levantaba la cabeza, miraba los aviones pasar y gritaba: “Llévame, llévame avión”. Hoy se ha subido en más de 40 aviones: “Debo estar con los pies en la tierra, porque si no, el día de mañana que pierda va a ser muy difícil. Esto es demasiado mental.” Héctor sabe que no se puede perder el eje en ningún momento. Es consciente de que necesita un psicólogo a su lado para poder llegar preparado de la mejor manera a los combates, pero no puede costearlo y por eso, por ahora, se queda con que “mi psicólogo es mi Sensei”, quien además de ser su entrenador, es un gran consejero. Pero, como todo deportista de alto rendimiento, necesita un psicólogo deportivo.

AMOR A PRIMERA VISTA

Saca su medalla de plata conseguida el año pasado en los Juegos Sudamericanos Cochabamba 2018. Es hermosa. Y es mucho más hermosa por cómo la mira él. En realidad, por cómo la observa, por cómo habla de ella, no le quita los ojos de encima. Me la muestra con un orgullo que nunca será exagerado. Es que es suya, toda suya. La última de bronce conseguida en Lima 2019, tiene un valor agregado.

LA TRAGEDIA

Héctor no solo hacía Kata. Hace un par de años, durante una competencia de Kumite, sufrió un duro golpe en el piso que le generó un traumatismo craneoencefálico. Tenía 16 años: “Perdí la conciencia por un minuto. Otro golpe así y quedaba parapléjico. Fue un momento muy trágico. O dejaba el karate para toda la vida o me dedicaba solo al Kata. Quedé en shock cuando me dijeron eso. El Kata ahora es mi vida. Dios sabe cómo hace las cosas”.

EL RIVAL MÁS DIFÍCIL

Héctor es realista. Al menos, parece ser realista desde sus palabras. Aunque aún no deja de ser un chico, de a poco se va convirtiendo en adulto (a pasos agigantados, por la vida que ha elegido y le ha tocado vivir). Y Héctor cuenta que su carrera, que para nosotros recién empieza y que para él empezó de niño, no ha sido nada fácil.

A veces, los que te tienen que acompañar en los momentos más difíciles y delicados, te pueden terminar perjudicando. Y a Héctor le ocurrió a minutos de un combate: “Una vez perdí una competencia porque el entrenador de la Federación me amenazó dos minutos antes de que empezara”. Aclara que su entrenador actual no es el mismo que tuvo en aquel momento en la Federación. Agrega que un día los tuvo que “frentear” (a los dirigentes de aquel entonces): “Lo que ustedes dicen me está truncando mi vida. Lo que yo digo, lo estoy haciendo por el bien mío y por el bien del karate panameño. Si ustedes no me quieren apoyar bueno, lo hago yo de mis dos (sic)”. Pide perdón sabiendo que era la mejor manera de expresar lo que quería decir. Por suerte esos dirigentes ya no están.

“A veces hay que tomar decisiones importantes. Hacer que el karate tenga apoyo es muy difícil. A veces no sé cómo lo he logrado. He movido montañas y cielos; y siempre me han dicho que no. Ser persistente me ha llevado a ser lo que soy en la vida, que es poco para lo que quiero. Si no te arriesgas no ganas. Así es la vida”. De a poco, le empiezan a decir que sí.

Héctor logró que por primera vez un karateca panameño llegara a una final de Juegos Suramericanos y es el primero en lograr una medalla. Es el primero en ganar un continental en Kata. Y es el primero en muchos logros más.

MAMÁ

En los momentos más difíciles, como siempre, apareció MAMÁ. Son siete hermanos, cuatro hombres y tres mujeres, todos de la misma madre. El mayor le lleva veinte años. “Mi mamá me ayuda a superarme. Así como la ve chiquita, con siete hijos, a los siete los graduó con bachillerato en la secundaria. Mi mamá es mi mamá y mi papá. Su ayuda me inspira bastante”.

La madre: “He tenido que luchar con él, sola. Llevarlo donde está hoy día. Hubo momentos en donde dijo que no quería seguir porque no recibía apoyo”. En agosto del 2017 se disputaría el Panamericano U21 en Buenos Aires. Y Héctor no recibió el apoyo de la Federación. “Era difícil saber que tu Federación no te apoya. Fui sin entrenador, el delegado se convirtió en árbitro y no podía apoyarme en nada. La Federación Costarricense fue la que me brindó apoyo. Tuve que costearme muchas cosas yo”. Por suerte, esos dirigentes ya no están.

Elsa Matilde cuenta que en ese momento fue donde Héctor no quiso seguir, quería dejar el deporte: “Yo me iba a retirar del karate y tuve que reaccionar”. La madre le dijo: “¡Tu no me vas a dejar el karate, así como así, no, no! ¡Usted va! ¡Dios aprieta, pero no ahorca, ¿me oye?!”. Y Héctor Cención fue a Argentina y ganó la medalla de oro. Fue la primera vez que Panamá tuvo un campeón continental en esta disciplina. “Lloré como usted no se imagina. Fue el momento más duro de mi carrera. Son cosas que no se pueden explicar. Las personas no saben por todo lo que he pasado, ni cómo he crecido, ni de dónde vengo. La gente piensa que todo ha sido fácil. Las personas no saben todo el esfuerzo que tiene que hacer un deportista para obtener una medalla. Aquí nadie sabe de karate. Nadie apoyaría a un karateca que no saben si va a ser bueno o malo. Apoyan al fútbol, béisbol… nadie vive del karate o apoyaría al karate. Gané todas las rondas y fui campeón”. Un año después, en Río de Janeiro, repetiría el título. Dos años después, en Lima, haría historia con la reciente medalla de bronce. Pero él sabe que a su historia aún le faltan muchos capítulos (que incluyen medallas y competencias más difíciles).

EL SUEÑO OLÍMPICO

“A los Juegos Olímpicos se clasifica por resultados del ciclo olímpico o el ranking. Es casi imposible clasificar a Tokyo. Que por primera vez el karate sea olímpico y que un panameño vaya a los Juegos sería meterle tres cachetadas a más de uno, porque además soy muy joven. Yo todavía no estoy totalmente desarrollado. Me toca competir con atletas mucho más grandes. Mis rivales tienen más experiencia.” Lo escucho y entiendo que es un objetivo a largo plazo. Mientras tanto, sigue haciendo historia: hoy lleva colgada la medalla de bronce de Lima 2019. Y aunque sea muy difícil, el sueño de Tokyo 2020 sigue latente.

LA DERROTA

En los Juegos Centroamericanos y del Caribe, perdió los tres combates en los que participó. Venía de una racha importante de buenos resultados y, de repente, le tocaron los malos. Tiene que ser difícil que te bajen de la nube a los 19 años. Es difícil decir “perdí”, es difícil decir “me ganaron”. y difícil aceptar que “me fue mal”. Vivimos en un sistema en donde nos ponen en lo alto si ganamos, pero nos maltratan o nos olvidan si no nos va bien.

Las primeras reacciones de la derrota siempre son amargas y nunca 100% realistas. Pero aceptó “uno gana y pierde, son cosas que pasan y que nomás toca superarlas”. Culmina con un: “Tengo 19 años y uno no se puede rendir fácil. Las cosas que vienen fáciles se van fáciles y las que demoran se quedan por mucho tiempo. Si trabajé diez veces fuerte, ahora trabajaré veinte veces más fuerte. Y ahora que pasó esto, mis ganas se triplicaron”. Héctor tenía claro a lo que apuntaba. Y al tiempo, llegó Lima. Llegaron los Panamericanos. Llego la histórica medalla de bronce, aquella derrota fue parte de esta victoria.

¡NOS ESTÁN ROBANDO!

Héctor Cención fue el primer atleta panameño que se animó a hacer lo que muchos no se animan: hablar bien alto y señalar cuando los dirigentes hacen mal las cosas. Pasó por los periódicos más leídos y por los canales de televisión de mayor rating: “Son más de siete mil dólares lo que estoy debiendo y estoy viendo como sufragar esos gastos. Llevo meses enviando cartas (a la presidencia del anterior gobierno) y me dicen que vaya tal día, pero después me dicen que no me atienden”, le dijo a TVN Noticias el 9 de octubre del 2018. “Estoy pasando por uno de los momentos más difíciles de mi carrera, pero no me rendiré”, declaró en RPC TV el 10 de octubre del 2018. Héctor no sabía que pronto explotaría la noticia en donde el dinero que el Estado destinaba al deporte panameño nunca llegaba al deporte panameño. No la pasó bien en aquella época en donde habló. Pero hoy sabe que su manera de exigir justicia le permitió avanzar hasta la histórica medalla de bronce en Lima.

EL OTRO CARNAVAL

Aunque la mayoría pensamos que hay una sola manera de vivir el carnaval, Cención nos enseña que estamos muy equivocados.

“El consejo que les doy a las personas es, que si no te arriesgas no ganas; si no lo intentas no sabrás qué puede pasar; si no tienes una meta, no la cumplirás; si no te pones un fin, nunca llegarás. Saber que tienes algo aquí en la mente y que el único límite te lo pones tú mismo. Tontamente, me he puesto límites. Gracias a Dios, he sabido salir de esas cosas que me pasan. He llorado, me he traumado. He pasado por muchas cosas en mi vida a mi corta edad. Muchos me han preguntado “qué he pasado yo en la vida, si solo tengo 19 años”. Y les respondo que mi papá me dejó a los dos días de nacido. Tuve un hermano privado de libertad. Hubo personas en el karate que me menospreciaron. Gente de mi barrio me ha tratado mal. He pasado por muchas cosas que usted no se imagina. En mi casa no había comida. He recogido latas, cobre y hierro. He estado en los carnavales recogiendo latas. No se me puede olvidar, que me tenía que ensuciar las manos para hacerlo. Si no lo hacía yo, nadie lo iba a hacer por mí. Soy lo que soy por mi pasado. Y si no fuera por mi pasado no sería lo que soy en el presente”.

Termina hablando de su madre. La mira, y dice: “Aquí tengo a mi mamá y… mi mamá me ha enseñado a apreciar las cosas de la vida”.

Hoy Héctor Cención sí puede disfrutar de un carnaval, de su carnaval. El carnaval de la vida que ha escogido, la del karate, en donde más allá de las dificultades y piedras en el camino, tiene claro que es su carnaval favorito y que, como nos pasa a todos, solo lo dejará el día que el cuerpo le diga basta. Y para eso falta muchísimo.

MÁS QUE UN ATLETA

Héctor Cención es un chico que, desde hace un tiempo, debe decidir y pensar como adulto. Ha pasado por muchas situaciones difíciles y sabe que, en algún momento, es posible que regresen. Pero Héctor tiene una ventaja que muchas veces otros desconocen, y es que es un apasionado de su karate: “es mi vida”. Por eso, sigue entrenando, formándose y dedicándole su vida al karate. Él demuestra el amor que tiene por su madre como pocas personas lo hacen. Es un agradecido de todo lo vivido, porque todo lo vivido le permite estar donde está y ser quien es. Y lo más importante, todo lo vivido le permite seguir soñando. Mientras siga soñando, Héctor seguirá mejorando y trayendo buenos resultados a Panamá, como la medalla que se colgó en los Juegos Panamericanos. Porque sí, Héctor Cención, por sobre todas las cosas, es panameño.