Sobreviviente del accidente aéreo en la cordillera de los Andes en 1972 compartió su testimonio.
Por: Isaac Castillero Wilson
Fotos: Isaac Castillero Wilson
Lo que hace 45 años fue una catástrofe aérea; hoy, sigue siendo experiencia invaluable para Gustavo Zerbino, quien ha vivido para contarlo e inspirar a muchos en sus conferencias internacionales.
El relato
29 fallecieron y 16 sobrevivieron durante 72 días. El equipo Old Christians de rugby iba rumbo a Santiago de Chile para enfrentarse a los Old Boys. Su avión, un Faischild Hiller FH-227 que pertenecía a la Fuerza aérea uruguaya, sufrió un accidente a 3.500 metros de altitud, el 12 de octubre de 1972.
“Íbamos cantando, disfrutando el vuelo y de repente habían montañas muy altas cerca de las alas. No debía ser así. Yo decía: Jesusito, Jesusito, no me quiero morir. Algunos rezaban el Ave María, pero después del golpe… quedamos aturdidos. Fue una historia de amor, solidaridad y vocación de servicio”, precisó el uruguayo.
Les tocó sobrevivir en medio de una montaña helada (30 grados bajo cero) y desolada, viendo morir a amigos y conocidos; decidieron comer carne del resto de los fallecidos, fueron sorprendidos por avalanchas y tuvieron que asimilar que su búsqueda había sido suspendida.
La gente no se da cuenta de que el potencial humano, físico y espiritual lo usamos al 5%. Si definimos lo que queremos hacer y establecemos una estrategia, se pueden conseguir buenos resultados.
Con solo 19 años y tres meses de medicina cursados, Gustavo se convirtió en médico y cirujano, aunque poco podía hacer por los gravemente heridos ante las desafiantes condiciones.
Finalmente, fueron rescatados gracias a dos compañeros que lograron encontrar ayuda tras diez días de marcha aprovechando el deshielo.
Gestión ante la adversidad
Con el objetivo de aportar en la formación integral y fortalecer los ideales de los seleccionados nacionales de fútbol Sub-17, la FEPAFUT coordinó con este expositor una sesión-taller de motivación.
“A Panamá lo quiero mucho. Julio Dely Valdés es todo un referente en mi país, soy hincha del Nacional. Estoy contento de apoyar a este equipo que espero llegue al mundial”, expresó.
Su intervención se realizó para impactar de forma positiva, “Trasmitimos los valores y principios que hacen la diferencia entre el éxito y fracaso. Fueron tres horas, no voló una mosca y el anclaje final fue maravilloso”, agregó el también vicepresidente del club de farmacéutica multinacional uruguaya, con más de treinta años en el coaching empresarial (multinacionales), social (cárceles y hospitales) y deportivo (clubes y selecciones de diferentes deportes de alto rendimiento).
Diego Valanta se mostró conmovido, «Fue una experiencia dura para él, pero enriquecedora para todos. Me quedo con sus consejos; que seamos amigos, juguemos con amor, luchemos hasta el final y nos comprometamos a marcar la diferencia», añadió el volante.
De la voz del superviviente
A sus 64 años vive agradecido por lo alcanzado, cuenta con una familia de seis hijos profesionales, es director del laboratorio farmacéutico Cibeles y conferencista, lo que le obliga a viajar una semana por mes durante todo el año y también ha sido presidente de la Cámara de Farmacéuticos de Uruguay.
Representó a su país en rugby, fue vice campeón en motocros en Uruguay, es instructor de yoga, es vicepresidente de la Fundación Rugby Sin Fronteras. Fue directivo del Old Christians. Estuvo cinco años en la Unión de Rugby de Uruguay y es Miembro del Consejo Consultivo de Unicef.
Sports & Health aprovechó su visita para platicar sobre reflexiones de vida y otros temas.
Sus ideales
• En el abismo más grande, es cuando la presencia de Dios es más fuerte. Él siempre estuvo presente, nosotros no teníamos ninguna opción de vivir.
• El rugby es una filosofía de vida. Te enseña a no quejarte. Cuando estás lesionado finges que no tienes nada hasta que no puedes más. En el fútbol se pasan todo el tiempo fingiendo que están lesionados, sin estarlo.
• No es lo que pasa, es lo que hago yo con las cosas que me pasan. El éxito sólo está antes que la palabra trabajo en el diccionario.
De aquellos 72 días a la intemperie, ¿Qué le marcó?
No quejarnos. Nos hicimos la idea que no era una tragedia, ni milagro, pero tenía algo de las dos cosas.
¿Para sobrevivir a semejante situación de qué se requiere?
Es cuestión de decisión. Soy quien opta en qué dirección quiero ir.
Usted fue una de las personas que sugirió que “para sobrevivir había que comer carne humana”, ¿Cómo lo explica?
Teníamos la información de que había energía, la necesitábamos para trepar la montaña y sólo había cuerpos muertos. Al principio, pensarlo molestaba, hasta aceptarlo.
¿Cuándo surgen los verdaderos líderes?
Los líderes están en todos lados. En la adversidad, es cuando parece que uno dio un paso adelante, pero lo que ocurre es que alguien dio varios pasos atrás. El líder es aquel que da ejemplo con pequeños gestos. En la cordillera, era el que reía, el que te hacía una caricia, siempre era alguien distinto.
¿Qué papel juega el trabajo en equipo?
Estar unidos es importante. Éramos un equipo de rugby y nos tocó vivir experiencias duras y lindas. Esto me ofreció la oportunidad de crear valores y tener una vocación de servicio. Cada segundo que vivíamos era como si fuera el último. Éramos muy creativos.
¿Qué objetivo tiene una persona que ha vivido una experiencia así?
Ser feliz. Lo importante no es que sea médico, que pueda comprar cosas, sino tener salud, poder escuchar y sentir. Lo otro va y viene.
¿Cree que los entornos y circunstancias influyen en el desarrollo de los jóvenes?
Lo importante es aprender a hacer lo correcto más allá de dónde vengan. La dirigencia es la cabeza, hablo de padres, maestros, técnicos y jefes; ellos deben encaminar el orden en la formación de la juventud con: sacrificio, disciplina, honestidad, pasión, respeto y superación.