El ser humano tiene un maravilloso reloj biológico que va marcando el ritmo de nuestras funciones vitales: hambre, sed, sueño, sexo, etc.
La comida y el sexo son los dos impulsos básicos de los seres vivos. El uno tiene que ver con la supervivencia del individuo y el otro con la supervivencia de la especie.
Nuestra especie ha desarrollado un sistema de recompensa que es muy bien elaborado, un mecanismo por el cual cada vez que llevamos a cabo una conducta que favorece la supervivencia personal (comida) o bien la supervivencia de la especie (sexo), sucede que además de resultar una
conducta placentera y gratificante por sí mismas, el cerebro se da –además- un premio (una recompensa), una descarga eléctrica y neuroquímica (dopamina, oxitocina y endorfinas) justo en el núcleo de los centros del placer, es decir, en el sistema límbico. Para entendernos: una especie de premio, de postre, por habernos portado bien. Gracias a este sistema de recompensa, el cerebro se dice a sí mismo: «correcto, esto era bueno, me ha gustado, ha estado bien. Hay que repetirlo a menudo». El placer de comer y el orgasmo.
La falta de deseo sexual es una de las disfunciones sexuales más comunes, es más frecuente es mujeres que en hombres, las estadísticas no son precisas, pero se estima que 15 a 50% de las mujeres y entre 5 al 15% de los hombres tienen este tipo de disfunción.
La apatía no solo tiene que ver con la carencia subjetiva de interés por realizar el coito; incluye el desinterés por toda conducta sexual, como la masturbación, la falta de pensamientos, ensoñaciones y fantasías sexuales, atención al material erótico, percepción del atractivo de las personas, en especial aquellos que pueden ser compañeros sexuales y la falta de sensación de frustración si no se puede dar rienda suelta a la sexualidad.
Este tipo de situación suele enmascarar algún otro tipo de disfunción, como la anorgasmia, la disfunción eréctil o la eyaculación rápida, ya que estas generan frustraciones y la persona para protegerse de ese malestar, inhibe su deseo. Por eso el individuo debe ser evaluado por un sexólogo o personal médico especializado que haga un diagnóstico real de la problemática.
Las causas de la falta de deseo sexual suelen ser de dos tipos:
Causas médico-orgánicas
Entre las primeras, se encuentran los bajos niveles de testosterona, el hipotiroidismo, el aumento de prolactina, enfermedades crónicas, etc.
Igualmente, algunos medicamentos provocan falta de deseo sexual como los antidepresivos, betabloqueantes, anticonceptivos, algunos utilizados para la hipertensión, el colesterol, la próstata, los diuréticos, la cimetidina para trastornos gástricos, entre otros.
La alteración de la anatomía de la mujer por cirugías vaginales o por partos con reparación no adecuada, pueden causar dolor o ausencia de fricción vaginal que conlleve a menos estimulación y afecte el deseo a mantener dicha relación.
El consumo de drogas, produce daño cerebral, como las anfetaminas, cocaína y heroína, ya que provoca alteraciones orgánicas que repercuten en todas las etapas de la actividad sexual
Causas psico-sociales
No obstante, la mayoría de las causas en la inhibición del deseo sexual son de origen psico-social. En este segundo apartado se encuentran:
El estrés perturba la concentración y el humor de la persona.
El aburrimiento generalmente esconde problemas más profundos como la depresión, baja autoestima, falta de ambición.
La mala relación con la pareja, peleas, agresiones verbales y/o físicas, falta de afecto sexual y no sexual, falta de comunicación, etc.
La depresión, inhibe el humor y afecta tanto al estímulo como a la respuesta sexual.
Baja autoestima, el sentirse poca cosa, no merecedor de placer o satisfacciones provoca que la persona inhiba iniciar el proceso de actividad sexual.
La educación sexual también cuenta. Una educación contraria al placer sexual dificulta innegablemente el permiso que cada cual se da a sí mismo, máxime una educación sexual que ha sido aún más cruel con las mujeres, matizada por conceptos religiosos, familiares y culturales.
Experiencias traumáticas en la infancia o juventud. Definitivamente, el ser humano se protege de una nueva injuria, evitando tener el riesgo de otra experiencia similar.
Los problemas con la excitación o en la consecución del orgasmo suelen acabar generando tarde o temprano una falta de deseo sexual.
Tratamiento
Dependerá de la causa que originen la anomalía. Esta disfunción es una de las más difícil de controlar y se avoca a tratar todos los factores implicados. Existen medidas generales que ayudan a las terapias específicas.
Medidas Generales
Una adecuada alimentación aporta los nutrientes para desarrollar la actividad física que nos permita ejercer nuestra función sexual .
La ejercitación física adecuada, mantener nuestro cuerpo activo, desarrolla nuestra capacidad para cumplir todas las fases de la función sexual.
Dar tiempo a sí mismo y a la pareja, tanto en la esfera amorosa o no sexual como en la sexual, hablar, comunicarse, estableciendo otros vínculos.
Ejercicios de meditación, taichí, yoga, ayudan a la relajación.
Medicamentos como la testosterona, ansiolíticos y antidepresivos solo ayudan a un porcentaje de la población con esta disfunción y deben ser indicados en forma apropiada por un profesional, la suspensión de ciertos fármacos y las cirugías reparadoras ayudan cuando así esté indicado.
Ya el tratamiento psicológico puede llegar a ser más engorroso, pues dependerá de la persona o pareja querer enfrentar y solucionar este problema. La comunicación, la información y orientación sexual adecuada, la reeducación sexual y las terapias sexuales, son la piedra angular en esta situación.
No obstante, una vez solucionadas estas cuestiones, puede ser necesario continuar una psicoterapia individual o de pareja, ya que es el recurso más eficaz para las pacientes con antecedentes de traumas sexuales, trastornos relacionados con la imagen corporal o temor a la intimidad o al envejecimiento.
Identificar la posible causa le corresponde al médico sexólogo o al personal de salud especializado. Hay que determinar el origen orgánico y/ o psico-social y proponer las terapias más adecuadas en búsqueda de la solución.
Acudir a un centro o profesional especializado en estas cuestiones suele ser imprescindible para superar estos problemas y mejorar la vida sexual.
Ginecólogo-Obstetra-Sexólogo
Centro Especializado San Fernando
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