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¿De qué vive el hombre? Recuerdo haber oído la siguiente respuesta en una obra de Bertold Brecht: «de lo que a diario logra robar, quitar, tomar, hurtar…». Quizá esa respuesta encaja perfectamente en la obra del dramaturgo alemán; pero la respuesta que motiva este artículo es distinta, y además extremadamente simple: el hombre vive del aire, agua y alimento.

Por: Ing. René Dorta Franceschi  – renejdorta@gmail.com

Sin aire viviríamos pocos minutos; sin agua pocos días, y sin alimento algunas semanas. Quien medio respira medio vive, dicen los yoguis. Para Cervantes, el mejor licor del mundo es a su vez el más barato: el agua. Los griegos insistían en que no hay diferencia entre alimento y medicina… Con esos pensamientos en mente, ocupémonos pues de la respiración y del agua que tomamos.

Aire

La respiración es la esencia de la vitalidad. Seguramente tomamos algo más que aire en cada respiración. Respirar pausada y profundamente nos sosiega y nos trae paz interior… Ni siquiera necesitará fe para aceptar estas aseveraciones; simplemente experiméntelo.

Colóquese parado, con los pies juntos, en la sombra de su jardín; o en una habitación tranquila mirando hacia una ventana abierta. Inhale lentamente, a la vez que expande el abdomen (hacia afuera); continúe inhalando mientras sube los brazos lateralmente, palmas hacia arriba. Aún inhalando, empínese sobre la punta de los pies, levantando los talones. Eche los brazos, (extendidos ya a la altura de los hombros) ligeramente hacia atrás. Retenga el aire tan sólo un instante y comience a exhalar, aún más despacio que la inhalación, los pies vuelven al suelo, mientras continúa exhalando, los brazos se van acercando lateralmente al cuerpo; finalmente va contrayendo hacia adentro el abdomen, terminando de sacar así todo el aire que ha tomado.

Visualice los pulmones que se llenan de aire como un tanque que se llena de agua. Siempre es la parte de abajo del tanque la que se llena primero; el nivel de agua va subiendo, lentamente, hasta llegar al borde superior. Se llena por igual, y a nivel, el centro, los lados y todos los rincones del tanque.

Volviendo a nuestro ejercicio; cuando comenzamos a inhalar y expandimos hacia afuera el abdomen estamos llenando de aire la parte baja de los pulmones; cuando levantamos los brazos y tratamos de expandir la caja torácica, estamos llenando de aire la parte alta de los pulmones. El tanque está lleno y comenzamos a vaciarlo, el nivel baja, vamos vaciando de arriba hacia abajo. Al final cuando contraemos el abdomen estamos vaciando el fondo del tanque. Con esa imagen del tanque que se llena y se vacía, respire lentamente diez veces. Puede hacerlo en las mañanas y varias veces más cuando tenga oportunidad durante el día, sea un día de trabajo o de descanso. Puede decir mentalmente, mientras respira: «tomo el aire y la energía, los retengo para sanar mi cuerpo y expulso las sustancias tóxicas».

Después de una semana practicando esta sencilla rutina respiratoria, sentirá renovada vitalidad, deseos de comenzar con alegría cada nuevo día; experimentará paz y regocijo interior. ¿Todo eso está en el aire?… Hay algo sutil en cada porción de aire que entra a nuestro cuerpo. A ese algo los yoguis (practicantes avanzados de yoga) lo llaman prana.

 

Agua

Allí donde nació la vida, en el agua, está la vida. Comience el día con un vaso de agua fresca (no helada). Puede tomarlo antes o después del ejercicio respiratorio; pero antes de tomarlo conviene pranizar el agua: vertiendo el vaso lleno hacia uno vacío; una y otra vez, de un vaso al otro, unas diez veces. No habría necesidad de airear el agua si la tomásemos directamente de un manantial, pero al tomarla de nuestros tanques y tuberías debe siempre trasegar rápidamente  entre recipientes, toda el agua que va a ingerir.  Beba ahora  el agua lentamente, permitiendo que cada sorbo permanezca unos instantes en la boca. Sienta el agua por toda la boca, particularmente bajo la lengua. La absorción del agua y de otros líquidos (como agua de pipa y jugos de frutas) comienza en la boca, mucho antes de llegar al estómago. Durante el resto del día ingiera agua según se lo dicte su sed, preferiblemente entre las comidas (no inmediatamente antes o después, a menos que coma algo muy seco y sienta gran sed).

Posiblemente considera que estas recomendaciones son demasiado sencillas como para  tener algún efecto en nuestra salud, y menos el gran efecto que preconizamos.   Practique la rutina respiratoria y tome lentamente, el agua fresca y pranizada; sentirá los resultados. La sencillez es una característica inseparable de la verdad. Los peligros están en las complicaciones.  No se complique, sigua los consejos  más sencillos.