Por: Yaribeth Vásquez
Uno en la vida aprende a valorar y respetar a muchos personajes por alguna razón especial. En mi caso, uno de esos personajes es Sigmund Freud, uno de los científicos más grandes de la historia y una de las figuras más influyentes del siglo XX. Siendo un respetado neurólogo, se adentró en la psicóloga obsesionado por conocer los secretos del comportamiento humano y eso lo llevó a escandalizar a una sociedad conservadora al postular su teoría de la sexualidad infantil: «El ser humano experimenta placeres sexuales desde que nace y a medida que va creciendo experimenta un cambio en las zonas donde siente mayor placer sexual y esto es una experiencia innata en nosotros».
¿A dónde quiero llegar? Creo en esta teoría porque mi despertar sexual fue en extremo temprano y no porque tuviera algún tipo de estimulantes alrededor; más allá de eso, creo en que el ser humano nació para sentir, disfrutar y experimentar todo tipo de sensaciones sexuales. Dicho esto, me cuesta entender qué tipo de circunstancias pueden llevar a una mujer a sufrir de frigidez o ,dicho de otra manera, falta de deseo sexual, el descenso de la líbido y una ausencia de respuesta sexual a estímulos externos.
Posibles causas
Lo curioso es que aunque mucho se hable del tema y se escriban cientos de libros sobre el particular, aún no se sabe a ciencia cierta qué la produce, más bien se debaten entre mil hipótesis que giran entre lo hormonal y lo psicológico: falta de lubricación vaginal que impide el disfrute del deseo sexual, experiencias de abusos incestuosos o de pedofilia, sometimiento a una educación infantil en extremo prohibitiva y censurada, reacción a una suma de experiencias sexuales dolorosas o decepcionantes y fibrosis.
Otras causas pueden ser los estados depresivos, las peleas de pareja continuadas, los apuros económicos, la falta de intimidad (vivir muchos años en casa de los padres es siempre un factor de riesgo), las enfermedades y por supuesto, la repulsa hacia el compañero.
Entre las enfermedades que pueden causar ausencia de placer sexual y, por tanto, de orgasmo, tenemos el hipotiroidismo, la diabetes, la esclerosis múltiple, la cistitis, la menopausia, la endometrosis o la distrofia muscular.
De acuerdo con el Dr. Sergio Aparicio, miembro de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología y Educación Sexual, todos estos puntos pueden o no afectar a una persona, ya que el impacto que tengan estas circunstancias sobre determinado individuo dependerá de qué tipo de persona es, su condición física y su capacidad para asimilar o bloquear las consecuencias de estas experiencias. Es por esto que Aparicio es un convencido de que cada caso se debe tratar por separado e, incluso, a nivel psicológico.
Lo primero, según Aparicio, es conocer el sentir de la mujer ante el sexo para dilucidar si por temas ideológicos, experiencias o similares, ha levantado una muralla contra el tema. Lo segundo es descartar que no existan patologías físicas, hormonales o factores biológicos que influyan negativamente sobre el cerebro, causando una alteración química de los nervios que regulan la respuesta sexual. Por último, aunque no lo crean, es que aborda las experiencias sexuales del individuo, desde sus inicios hasta la actualidad.
«Sin contar las pruebas clínicas para descartar temas producidos por el cuerpo, el ser humano está en capacidad de hacerse esta evaluación sin ningún problema; y de hacerlo, encontraría la razón de su malestar y tal vez lo que necesitaría es orientación para resolverlo. ¿Por qué digo esto? Porque la experiencia indica que la mayoría de las veces la frigidez está relacionada con malas prácticas sexuales, incompatibilidad de la pareja o la suma de experiencias sexuales frustrantes y eso, sólo se resuelve con terapia. Luego de sanear esa parte, entramos en la terapia de cómo disfrutar del sexo y estimular nuestro deseo sexual», puntualizó el experto.
Prácticas sexuales saludables
Si bien es cierto que muchos factores pueden influir en nuestro apetito sexual, también es cierto que nosotros podemos hacer mucho para mejorar nuestras condiciones sexuales. Uno de los consejos medulares es conversar con la pareja lo que nos gusta y los puntos de mejora. Lejos de afectar la relación, crea un ambiente de complicidad e insinuación – si se conversa dentro de un buen ambiente– que terminará por favorecer la intimidad.
Un consejo que yo en lo personal puedo dar es «tómese su tiempo». No se trata de ir a la cama y terminar a la carrera un «proceso sexual». A los hombres, los reto a hacer el ejercicio de escoger las zonas más atractivas de su pareja para bombardearlas con besos y caricias suaves, pausadas y traviesas.
La estimulación oral, en mi concepto, es arrebatadoramente sensual y placentera, pero hay que tomarse el tiempo de descubrir la forma y ritmo que le gusta a la mujer, pues no todas sienten igual.
Para las mujeres, siempre hay tiempo para todo señoras. Cuando se van al mall a comprar ropa, busquen esas tienditas de esencias y aromaterapias y compren la que más les guste, díganle a sus parejas que les hagan un masaje por todo el cuerpo, les aseguro que al terminar, sentirán correr por sus cuerpos una energía inexplicable. Seamos atrevidas, besemos con juegos, estimulémoslos a que quieran jugar y experimentar.
Mis lectores, la frigidez, tenga el trasfondo que tenga es una realidad. Pero si analizan la teoría de Freaud, descubrirán que si se lo proponen, sacarán a flote el deseo y las ganas sexuales que viven de manera innata dentro del ser humano.